De Almenara a Vinaròs, recorremos la bellísima (y en ocasiones desconocida) Costa del Azahar. Sacamos partido a la cara b del litoral más vibrante de la provincia de Castellón.
Dicen que la Costa del Azahar es como la hermana pequeña del litoral levantino, un destino con lugares que pueden llegar a masificarse, pero también con un buen puñado de caras B para seguir bailando al son de esa música de atardeceres en la playa, de pueblos tatuados por la historia y de parajes naturales que parecen no pertenecer a este planeta.
No en vano la bautizaron con el azahar, la flor del naranjo, en esta tierra donde se cultiva el preciado cítrico desde el siglo XVIII y que tiene hasta su propio pasodoble. Ha compartido con Valencia nombre hasta que los valencianos quisieron agrupar sus playas en lo que llamaron la Costa de Valencia. Su cercanía a esta ciudad nos anima a comenzar el viaje rumbo a su punto más al norte, Vinaròs.
Castellón cuenta este 2021 con 32 banderas azules, desde su primer punto al sur (la playa de Casablanca de Almenara) hasta las dos que ondean en Vinaroz, donde la Costa del Azahar muere frente a la Costa Dorada. En nuestro camino a Castellón llegamos a Moncofa, uno de los destinos familiares preferidos de la Costa del Azahar por sus cuatro playas en las que ondea este distintivo.
Moncofa es destino de playa y de aventura. Apenas 8 kilómetros lo separan de Vall d’Uixó, el lugar donde se encuentra el lago subterráneo navegable más largo de Europa. Esta es una de las grandes caras B de Castellón, la posibilidad de permitirte un break de playa y atreverte a dar un paseo en barca en el interior de una cueva caliza esculpida por el río y donde la temperatura se mantiene a 20Cº durante todo el año.
La vuelta a la playa no debe hacerse sin antes pasarse por la vecina Nules, que en la segunda semana de agosto estarán de fiestas y allí os contarán que tienen su propia variedad de mandarina, la clemenules.
Burriana y Almazora son las magníficas playas que tenemos delante, antes de llegar a la capital de la provincia.
Burriana, además de ser una de las conquistas del Campeador mencionadas en el Cantar de Mío Cid, tiene un curioso Museo de la Naranja que has de descubrir después de pasear por unas calles que recuerdan su pasado medieval. La otra cara de Burriana es el Paraje Natural El Clot de la Mare de Déu, un bosque de ribera mediterráneo que se levanta salvaje en los costados del río Mijares. La ruta siguiendo el cauce del río deja unas instantáneas preciosas. Olvidarás la playa por unas horas.
MAR Y MONTAÑA EN ESTADO PURO
Castellón de la Plana es una ciudad tranquila en la que se puede hacer parada en nuestra ruta por la Costa del Azahar: No hay que irse de aquí sin probar el arrocito a banda del restaurante Mediterráneo, el imprescindible de los imprescindibles.
De ahí partimos a Benicàssim, con toda seguridad el destino más solicitado de la provincia por su famoso Festival y por sus cinco maravillosas playas, todas ellas con bandera azul. También se la conoce por el paseo de las Villas, un barrio levantado sobre 51 casas señoriales de la alta sociedad de principios del siglo XX, que tenían en Benicàssim su particular The Hamptons. Incluso el propio Hemingway se dice que vivió por aquí.
El otro Benicàssim no mira hacia el mar, se parapeta en el interior y esconde propuestas de aventura en la naturaleza. Aquí sustituimos las chanclas por zapatillas de caminar para adentrarnos en el Espacio Protegido del Parque Natural del Desierto de las Palmas. Este ‘desierto’ está lleno de vegetación y huele a jara y a plantas aromáticas. Hay una ruta circular que recorre el Parque y que permite llegar a las mejores vistas desde sus cimas.
Con la vista fijada en Oropesa del Mar seguimos recorriendo esa parte más desconocida de la Costa del Azahar adentrándonos en la Vía Verde del Mar. Esta vía, paralela a la orilla del mar, se comenzó a usar en 2009 aprovechando el trazado de la antigua línea ferroviaria. En el itinerario se atraviesan zonas de gran valor medioambiental, por encima de pequeñas calas, mientras el olor del pino mediterráneo mezclado con salitre se va pegando en la piel.
Oropesa del Mar es un destino eminentemente playero, muy familiar, y su cercanía a la Reserva Marina de las Islas Columbretes permite tener ese bonus track que necesitamos.
El puerto de Oropesa es el mejor lugar al que acudir para encontrar aventura. Aquí descubres que se puede practicar esnórquel e incluso realizar inmersiones nocturnas en este minúsculo archipiélago volcánico, entre impresionantes corales rojos y peces de colores que aparecen como por arte de magia. Es un fondo marino muy popular y muy fotografiado por submarinistas y expertos buceadores pero solo puede disfrutarse bajo supervisión y previo pago.
UN PARAÍSO NATURAL EN PRIMERA LÍNEA DE PLAYA
Al llegar a Alcossebre, las gafas de buceo no hace falta colgarlas del todo. Alcossebre también tiene puerto deportivo por lo que los deportes de agua están a la orden del día. El plan aquí es muy simple, tirarse al sol de la playa Romana y comer una buena paella con total despreocupación.
Un buen día de playa se puede disfrutar en la cala Blanca, en las puertas del Parque Nacional y Reserva Marina de la Sierra de Irta. Posiblemente sea el paraíso natural más fascinante de la Costa del Azahar. Los senderistas acérrimos tienen aquí 13 kilómetros de senda a través de sierra virgen que esconde algunas calas de complicado acceso y algunos tesoros como la Torre musulmana de Badum, desafiando a la gravedad al pie de un acantilado frente a la inmensidad del Mediterráneo. El mirador perfecto, ideal para perder la vista en el horizonte y no pensar.
La excursión por la Sierra de Irta también se puede terminar en la playa del Pebret. O incluso atravesar la sierra entera para llegar a Peñíscola, la niña bonita de la Costa del Azahar, la de las playas entre murallas renacentistas, la de la Casa de las Conchas y la del Castillo del Papa Luna.
Peñiscola se puede disfrutar desde la cara del misterio, a través de las rutas nocturnas que se pueden encontrar en diferentes plataformas para conocer los entresijos de esa otra cara del que está considerado como uno de los pueblos más bonitos de España.
También de Peñíscola parte una Vía Verde hasta Benicarló. A medio camino puedes encontrar un lugar muy curioso que es el Jardín del Papagayo, un jardín tropical donde conviven más de 50 especies diferentes de papagayos con los que se pueden interactuar (previo pago).
Aquí ya no queda nada más que descansar del camino andado, bajo el sol de las playas de Benicarló o de Vinaròs porque sin darnos cuenta hemos llegado hasta Tarragona. Y la Costa Dorada tendrá que esperar a otra ocasión.
Fuente: Traveler