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La provincia de Málaga incluye encantadores pueblos blancos, que se extienden entre la sierra de Cádiz y la Serranía de Ronda, cuya belleza estriba en que se levantan majestuosamente en lo alto de laderas y cerros y están abrazados por un imponente paisaje, dominado por bosques de pinos, pinsapos, alcornoques y encinas.

En ellos, la tranquilidad, la belleza, las coquetas casas blancas, lo cotidiano, lo típico y el aire puro se adueñan del protagonismo, constituyendo una invitación en toda regla a perderse por su calles e incluso a habitarlas.

Hoy viajamos por los pueblos blancos más pintorescos y encantadores de la provincia de Málaga.

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Provincia de Málaga: Serranía de Ronda – Imagen de holzijue en Pixabay

1. Casares

Se enclava entre la Costa del Sol, la Serranía de Ronda y el Campo de Gibraltar, por lo que atesora un paisaje de lo más variopinto: desde elevadísimos picos y tierras abruptas hasta una pequeña porción de costa. Mandado construir por Julio César, constituye un arquetipo de pueblo blanco, en tanto que está recorrido por callejuelas estrechas y empinadas y decorado con una retahíla de casitas encaladas en blanco.

Además, guarda bonitas joyas arquitectónicas, como la iglesia de la Encarnación, que le han valido el reconocimiento de Conjunto Histórico Artístico y lugares de interés próximos como las cuevas de Ballesteros o Hedionda. Sin olvidarnos de su gastronomía, en la que el conejo de montaña y la sopa casareña son las delicias más tradicionales.

2. Atajate

Entre los valles del Genal y el Guadairo, en el corazón de la hermosa Serranía de Ronda, se encuentra esta pintoresca localidad, la cual permite entender que el tiempo también puede discurrir de otra manera, es decir, con calma y paciencia. Está recorrida por unas pocas calles, jalonadas de casas con coloridas macetas en las ventanas, y presidida por la bonita iglesia de San Roque. Por su fuera poco, sus habitantes producen un rico mosto local y elaboran riquísimos dulces de tradición morisca como el «enreaíllo».

3. Algatocín

A muy pocos kilómetros de Atajate, en la carretera que une Ronda con el Campo de Gibraltar, nos topamos con este pueblo de alma rural y espíritu de lo más tradicional. Llama la atención su entramado urbano dominado por calles muy empinadas, a las que se asoman casas pintadas de blanco impoluto y algunos tesoros arquitectónicos como la coqueta iglesia de Nuestra Señora del Rosario, que despunta por la inusitada cúpula azul que corona la torre del campanario. Desde el mirador del Genil tendrás la oportunidad de contemplar una panorámica de lo más maravillosa, así que no te olvides la cámara de fotos.

4. Gaucín

Ubicado en el corazón del valle del Genal, constituye la puerta de entrada a los pueblos más abruptos de esta región, pues están dispuestos para favorecer el trascurso del río Genal. Entre sus calles, las cuales conservan el antiguo trazado morisco, se cuelan una retahíla de casas blancas con balcones y rejas de forja de fabricación artesanal y  maravillosas construcciones como la iglesia de San Sebastián o la fuente de los seis caños.

La cima de la colina sobre la que se asienta el pueblo conserva los restos del antiguo castillo del Águila, desde donde además tendrás el privilegio de contemplar un impresionante paisaje dominado por el encuentro del río Genal con el Guadairo, abrazado por bosques de alcornoques, encinas y castaños y perfilado en el horizonte por Gibraltar y la costa africana.

5. Benalauría

Este diminuto pueblo se encuentra sobre una loma rodeada por un bosque de castaños, que lo oculta y lo hace pasar desapercibido para quienes circulan por la carretera que une Guacín con Ronda. En otoño adquiere su máximo esplendor, pues pinta la naturaleza que lo rodea de colores ocre y marrones, que puedes descubrir recorriendo uno de sus muchos senderos.

En sus pocas y empinadas calles, en las que aún se respira el pasado morisco, se pueden ver algunas construcciones bonitas como la iglesia de Santo Domingo, las casas consistoriales originarias del siglo XVII, el museo Etnográfico, que constituye una excelente oportunidad para adentrarse en el modo de vida local, o el columbario del Cortijo del Moro, un yacimiento de origen romano que conserva restos de una antigua villa romana y un panteón funerario.

Fuente: Publico.es

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