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Con las ganas de viajar intactas y la esperanza de regresar poco a poco a la normalidad, este verano se perfila como otro en el que mandarán los viajes por territorio nacional. Sin embargo, quienes buscamos salir de la península tenemos en nuestras queridas islas Canarias y Baleares –y sus calitas recónditas– esa maravillosa trampa capaz de seducir mucho más que un viaje al Caribe.

Porque, ¿Quién necesita fantasear con mojitos y fina arena blanca cuando puede veranear en un paisaje que parece de otro planeta? Sin desmerecer las playas infinitas de Fuerteventura –y los planes en Fuerteventura si viajas con niños– hemos apostado por su hermana pequeña. Ruda pero con un punto exótico. Volcánica y azuzada por el mar. A pesar del creciente turismo, en Lanzarote se han respetado los tiempos y la esencia de la isla. Una isla que invita a sentarse y respirar mientras sus interminables opciones nos empujan a estar en constante movimiento. Playas salvajes, senderismo, cultura, viñedos, las huellas de César Manrique… Puede que sea la pequeña de las grandes –apenas 800 kilómetros cuadrados– pero siempre quedará algo por lo que volver.

1. El Lanzarote que soñó César Manrique

lanzarote - molinos
Molinos de Lanzarote – Imagen de DEZALB en Pixabay

Si hay un nombre que va ligado al de Lanzarote es el de este artista nacido en Arrecife quien, tras pasar por Madrid y Nueva York, sintió la necesidad de volver a casa y materializar su amor por la isla, esculpiendo algunos de sus rincones más visitados. El imaginario abstracto de César Manrique es fruto de las emociones que el paisaje volcánico despertaba en él.

La mejor forma de entender su Arte-Naturaleza es adentrándonos en los Jameos del Agua, el conjunto de tubos volcánicos, jardines y lagunas que dan lugar a un vibrante pantone donde habitan los autóctonos cangrejos ciegos. ¿La guinda? Un auditorio proyectado en la roca que no deja indiferente a nadie. Los Jameos del Agua proyectados por el artista César Manrique.

Sobre el risco de Famara, Manrique nos regaló el Mirador del río, un lugar desde el que contemplar los encantos de la isla, bajar la vista hasta las vertiginosas paredes del risco y seguir la dirección hasta ver cómo se despliega La Graciosa. Su edén particular lo interpretó en el Jardín del Cactus en Guatiza, ayudándose de miles de ejemplares de distintas especies.

La Casa del volcán que el artista ideó al regresar de Nueva York y en la que pasó 20 años de su vida es hoy la sede de la Fundación César Manrique, acogiendo una muestra de su pintura en el antiguo estudio. Prepárate para ver cómo el basalto se entrelaza con los rasgos de la arquitectura tradicional lanzaroteña. Siguiendo esa estela, en la Casa Museo del Campesino Manrique quiso homenajear la figura del agricultor evocando las viviendas de antaño sin renunciar a la modernidad y coronándolo con su famosa escultura Fecundidad. El blanco y el verde son protagonistas mientras nos adentramos en el estilo de vida, la gastronomía y los oficios que marcaron la isla.La Casa Museo del Campesino, obra de César Manrique.

2. Evadirse en las playas de Lanzarote

Las hay resguardadas, interminables, volcánicas, cristalinas… En Lanzarote hay playas para todos los gustos. La playa de Famara es la más grande y una de las responsables de nuestras incansables ganas de volver a la isla. Arropada por la pared del risco y contagiada de un ambiente surfero, desde su arena contemplamos las casitas blancas de La Caleta de Famara. Se extiende varios kilómetros, lo que nos dará holgura y respiro mientras los más deportistas se baten contra su viento sobre el agua.La playa del Papagayo en la Costa del Rubicón.

Otra favorita es la playa del Papagayo, en el sur de la isla. De arena dorada y aguas apetecibles, su curvatura se ha convertido en una de las postales más repetidas de Lanzarote. Y, después del baño, la oportunidad de recuperar fuerzas en su Chiringuito Papagayo. No está sola. En esta costa del Rubicón le acompañan otros tesoros como la playa de la Cera o la playa Mujeres.

Aunque bañarse aquí está terminantemente prohibido, merece la pena asomarse al charco Verde o charco de los Clicos junto al pueblo costero El Golfo. Aquí se forma una combinación de arena negra, tierra rojiza y agua verdosa que cautivó al mismísimo Almódovar y a la que se asomó Penélope Cruz en Los abrazos rotos. Está relativamente cerca de los Hervideros, otra parada donde la furia del mar se enfrenta a los recovecos de roca volcánica.

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Entre las opciones menos visitadas nos quedamos con la playa del Risco, al norte de Famara, que le debe la tranquilidad a su complicado acceso a pie –hay pendiente y tardaremos unos tres cuartos de hora en descender– pero que sin duda merece el esfuerzo.

3. Parque nacional de Timanfaya

lanzarote - parque nacional timanfaya
Parque Nacional Timanfaya – Imagen de Leon Castillo en Pixabay

Las erupciones volcánicas que sufrió la isla a principios del siglo XVIII dibujaron a su paso uno de los paisajes marcianos más bellos sobre la tierra. Es algo que podemos afirmar sin miedo mientras nuestro autobús –deberemos adquirir previamente una entrada al parque– se adentra en La ruta de los volcanes. Un paseo de unos 14 kilómetros donde destacan la Caldera del corazoncito y la Montaña rajada, en un entorno que ha permanecido prácticamente inmutable. El vacío, las formas volcánicas y los tonos rojizos lo inundan todo.

4. Lanzarote de pueblo en pueblo

lanzarote - pueblo teguise
Teguise, Pueblo de Lanzarote – Imagen de Christian_Birkholz en Pixabay

Teguise, la antigua capital de Lanzarote, celebra su día grande los domingos, cuando gente de distintos puntos de la isla peregrinan hasta su mercado. Pasear por sus calles adoquinadas es empaparse de la arquitectura tradicional canaria, con sus ermitas, conventos y casas palacio. Para llegar a Haría, el siguiente en nuestra lista, tendremos que poner rumbo al norte hasta llegar al Valle de las mil palmeras. La vegetación será una agradable sorpresa mientras buscamos lugares donde reponer fuerzas, como las terrazas de la plaza León y Castillo o el Mercado de abastos. Por cierto, aquí encontrarás la casa del palmeral de César Manrique, donde vivió hasta su muerte.Punta Mujeres y Arrieta en Lanzarote.

Calles de arena, barcas pesqueras… Caleta de Famara es la autenticidad hecha pueblo. A su esencia marinera hay que sumarle el encanto surfero, dada la devoción que despiertan las olas de la playa de Famara. Cualquiera que regrese de la isla te dirá que probar las delicias del restaurante el Risco es prácticamente una obligación. Apunta algún pueblo más para la lista: Punta Mujeres, con sus piscinas naturales, y Arrieta, con su fotogénica Casa Juanita.

5. Brindar en La Geria

Las tierras volcánicas de Lanzarote también nos regalan fantásticos vinos. En la zona de La Geria vemos cómo el carácter de esta denominación de origen se forja entre ceniza volcánica. Resulta curioso ver la disposición de los viñedos en hoyos resguardados por roca, sobre un manto negro. Buen ejemplo es la bodega La Geria aunque también El Grifo –la más antigua de Canarias–, perfectas para disfrutar de una visita guiada y estrechar lazos con su variedad malvasía.

6. Artesanía con nombre propio

Ya adelantábamos que la cerámica es el nuevo jogging del bienestar y entre los nombres que no podían faltar resuena el de Eguzkine Zerain. Desde su taller en Teseguite (al que se debe acudir con cita previa) elabora las piezas únicas de singular esmaltado, a veces con barros de la isla, que sentirás la necesidad de llevarte a casa. Es la prueba de que algo tan mundano como una taza de café puede transformarse en una obra de arte.

7. La graciosa, excursión de día desde Lanzarote

No te faltará entretenimiento entre los encantos volcánicos de Lanzarote, pero la Graciosa es una receta antiestrés añadida a apenas 20 minutos en Ferry. La octava de las Canarias se jacta de no tener carreteras asfaltadas. En su lugar propone alquilar una bici para ir conquistando cada palmo de la isla. Desde las interminables y paradisíacas como playa de las Conchas a las joyas inesperadas, como La Cocina, situada al refugio de la Montaña Amarilla. Pedalear hasta los Caletones, subir la Montaña Bermeja y pasear entre las casas de un blanco impoluto –a excepción de las puertas y ventanas teñidas de azul y verde– que forman Caleta del Sebo será la mejor manera de pasar el día.

8. Dónde dormir en Lanzarote

Como sucede en otras de las Canarias, la diferencia entre el norte y el sur a la hora de elegir alojamiento es abismal. La mayoría de hoteles y resorts se concentran en Puerto del Carmen, costa este, y Playa Blanca, en el sur. Disfrutar de una experiencia más auténtica pasa por huir de las masas y escoger alojamiento con encanto en el interior de la isla.

Lujo sin estridencias entre los dramáticos paisajes de La Geria. Eso es lo que encontraremos si nos alojamos en cualquiera de las cinco suites de Buenavista Lanzarote, un clásico de la isla donde la sostenibilidad y el minimalismo marcan el ritmo de vida, los desayunos y la decoración inspirada en los tonos naturales de la isla. Uno de esos lugares por los que uno elige destino, y no a la inversa.

Hotel Palacio Ico

En la Villa de Teguise nos topamos con esta casa tradicional de finales del siglo XVII reconvertida en hotel boutique a través de nueve habitaciones y suites que han sabido respetar sus huellas históricas. Los patios y artesanados de madera de Hotel Palacio Ico son prueba de ello.

Alava Suites

A las afueras de Costa Teguise, es una de las últimas incorporaciones. Apenas cinco meses después de abrir sus puertas Alava Suites tuvo que echar el cierre por la pandemia. Sin embargo, vuelve a ser una de las opciones más atractivas de la isla por la calma que se respira entre sus blancas paredes, su amor por el detalle y su hospitalidad incondicional. Seis suites, devoción por el producto local y una piscina para olvidarnos –momentáneamente– de la costa que nos rodea.

Artículo publicado primero en Elle

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